Corría el año de 1997, las Chivas se proclamaban campeones del torneo de Verano, señal más que clara para mí, uno de los millones y millones de aficionados al Rebaño, que veía en ese campeonato el momento justo para saltar a la cancha y darle forma a mi sueño: convertirme en jugador de fútbol profesional; de entrada cubría el perfil básico de fútbolista: cero cultura general, hablaba siempre con la "s" al final en palabras como: "mirastes", "dijistes" o "hicistes", vivía en una colonia popular y escuchaba "La Z", realmente "Banda Machos" era un hit difícil de ignorar; en fin, parecía estar listo para jugar en las grandes ligas, pero he de ser sincero, en mi paso por los 3 equipos en los que estuve descubrí un pequeño detalle: no sabía jugar.
Así es, la pinche realidad es dura, porque no es lo mismo jugar afuera de tu casa parando todos los tiros anémicos de mis primos a verte defendiento una portería de 7 metros de largo por 2 y medio de alto, estaba más perdido que la hombría de Juan José Origel, una cosa de miedo, cada que me chutaban yo me quedaba paradito rezándole a todos los santos para poder mover mi cuerpo hacía arriba y detener alguno de estos obúses con etiqueta de gol; he de ser sincero, si algo me ha caracterizado en mi vida es el ser muy terco, pero Dios y la vida estaban empecinados por mostrarme que el camino que yo había elegido de fútbolista estaba algo chueco, para muestra varios botones, que digo botones ¡ una consola completa !, cheque usted, amable lector:
1.- Crack de la limpieza y las naranjas partidas: Uno de los golpes más secos a mi triste paso por los campos del fútbol fue cuando al final del entrenamiento previo a mi primer partido con el Celaya (quesque las fuerzas básicas del DF) el técnico, un verdadero mamarracho que armaba la estrategia previa al partido en cantinas de mala muerte, de esas que huelen a orín de gente que no toma nada de agua, bueno, les decía, mi gran DT nos juntó a todos al centro del campo, neta yo estaba emocionado, sabía que no iba a ser titular, digo, apenas era mi primer semana, pero al menos estaba contemplado en la charla técnica, ¿y cómo no iba a estar "contemplado" si al final de la plática todos mis compañeritos me dieron sus casacas para que YO SE LAS LAVARA?, al principio pensé que era una broma, un chascarrillo de chavones que pretenden ser mis amigos, vaya la clásica novatada, pero cuando uno a uno de mis compañeros de equipo me iba poniendo en mis brazos su apestosa casaca con olor a muchachito de 16 años que aún no se da cuenta que la ardilla ya le ruge gacho y sigue sin echarse de menos limón, pensé que la cosa iba en serio pues lo traté de tomar con "buen humor", "buen humor" que se desvaneció cuando mi DT me dijo: "las quiero bien lavadas para antes del juego y que no se te vaya a olvidar traer unos 5 kilos de naranjas partidas"... ¡ Zas ! las indicaciones técnicas me transformaron de un futuro crack del fútbol a una pinche chacha de treinta y tantos mugrosos.
Digo, decirles como salí de mi casa el día del partido fue algo menos que penoso, una verdadera lágrima: maletita "Adidas" piratísima, una bolsa de plástico oliendo a Suavitel cargada de las mentadas casacas y un bote de leche color rojo a tope con 5 kilos de naranjas partidas a la mitad, eso parecía ser lo máximo que podía soportar mi dignidad de deportista de alto rendimiento, pero no, el último clavo al ataúd de mi orgullo fue en el desarrollo del partido, al llegar al minuto 60 mi técnico se dirigió a la banca en busca de soluciones, y se acercó a mí, la ilusión creció, estaba listo para entregar todo en la cancha, pero no, no hubo necesidad de "entregar todo" en la cancha, mi técnico sólo me pidió "entregar" mi playera y short de juego para que entrara a jugar el Ratón, ¡¡¡¡ verde !!!!
2.- ¿No te gusta otro deporte? Sí, así es, esa pregunta salió de la boca de mi técnico, al darse cuenta que en los poquitos minutos que jugaba siempre estaba presente en los goles, ¡¡¡ pero en nuestra contra !!!... Uno que recuerdo muy clarito fue en un tiro de esquina, un pillo vestido de fútbolista se descontó en el área a uno de mis compañeros, y cómo lo máximo que traían en la panza mis compañeros eran unas galletas "Marías" y un té, pos a la primera de cambios los jiotes y la debilidad se hacían patentes, la cosa es que gracias a ese lesionado entré yo, originalmente iba de portero, pero por lo limitado de nuestro plantel jugaba de lo que la misericordia de mi técnico decidía, la cosa es que justo antes de que se cobrara el tiro de esquina en nuestra contra pues entré, todos tomamos nuestras marcas, yo buscaba alguien no tan mamey y más o menos pendejo para de menos estorbarle; en fin, el árbitro pitó, el rival cobró el tiro de esquina, el balón viajaba justo a mí, recuerdo haber rezado el Padre Nuestro más rápido de mi vida, habiendo 21 posibilidades me cae justo a mí, Cannavaro le hubiese metido la cabeza, Ferdinand de pecho se la hubiera entregado a su portero, Turrubiates hubiera reventado, pero no, yo no quería ser como ellos, y cuando vi la bola venir hacia mí, incliné mi cuerpo de forma estética y en total armonía mente - cuerpo, para amortiguar bien el contacto del balón, cerré los ojos, metí un patadón y............. AUTOGOLLLLLLLLLLLLLLLL, sí, abaniqué ese balón de fea forma, dejando sin oportunidad a mi portero, en ese momento el autogol y las mentadas de mis compañeros me valían madre, mi mirada solo seguía la mano de mi técnico directo a su rostro, señal inequívoca de lamentación y que de seguro pal otro partido empezaba en la banca.
3.- Del "Kid Madrizas" al "Rabias": De lo que nunca me pude salvar en este equipo de proletarios era de los pinches apodos, ninguno hacía referencia al fútbol o algo por el estilo, claro que no, el "Kid Madrizas" nació del brillante ingenio de mi técnico, que al verme con un ojo moro me bautizó así, apodo que a los 8 días fue sustituido por uno que se convertiría en permanente mientras estuve con esos vagos: el "Rabias", y como a todo apodo le corresponde una explicación lógica, les cuento, en un partido contra la porra de los Pumas de la UNAM, su servidor y amigo ¡¡ POR FIN !! empezaba un partido, el rival permitía a mi técnico probar jugadores, digo, los del equipo contrario se hidrataban con chela y su "energizante" era pura mota o ya si querían meter goles le atoraban a otros psicotrópicos harto variados, por esa razón, supongo yo, mi marcaje que hacía a esos pumas "buena vibra" no me daba, namás les alcanzaba a ver el número de la espalda a los muy cabrones, me traían peor que mariachi en Garibaldi, y al ya no haber naranjas para hidratarme pues mis labiecitos dibujaron un contorno blanquisco, como de baba combinada con con sudor y polvo llanero, el ingenio constante y brillante de mi técnico no dejó pasar ese extraño fenómeno que aparecía en mi boca para abotar el "Kid Madrizas" y sustituirlo por el no menos contagioso "El rabias", ¡ ese pinche técnico ! poniéndole apodos a mis padecimientos físicos y yo casi casi al borde un golpe de calor, en fin.
De esas tres que les cuento se repitieron de forma sistemática durante los dos años que duró mi experiencia pambolera, tanto en León, Celaya y los Tigres (todas fuerzas básicas en las que mi madre y padre tuvieron que pagar para que su niño jugara y NI ASÍ JUGABA) una real pena con sabor a derrota, pero mi frustración la saco en otro blog amigo llamado 2v11.blogspot, mis carnales un placer y espero que se me vengan a la cabeza más historias de la patada, yo fútbolista.
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