Amable lector, hay le voy con una historia que deja al desnudo lo estéril de las bolsas de trabajo particulares y los "altos porcentajes" de generación de empleos en México por parte del marrano gobierno, le cuento lo que he vivido en carne propia, ponga usted atención:
En mi vida me ha tocado desempeñar bonitos oficios, como aquél cuando yo era un escuintle y al mismo tiempo el flamante encargado de la cooperativa de la primaria, no recibía un sueldo, pero la satisfacción de saber que yo era el que más botecitos de chocolate vendía en el recreo no tiene precio; ya más huevudito pos le pegué a la venta de tacos de carnitas y chicharrón, pasando por la venta de juguetes y madres pa colorear en restaurantes muy nice hasta la vendímia del aguantador y siempre deseado zapato - tennis de importación, en tianguis populosos de la ciudad y estado de méxico, ahí hacemos una pausa para recordar aquél día en que después de una jugosa venta, mi señor padre hacía los últimos amarres en la camioneta para irnos de ese mundillo de gritos, rebajas y ofertas que era el tianguis, para ir rumbo a casa, todo parecía un domingo ordinario, hasta que el lombriciento estómago de mi hermano le exigía unos cueritos preparados, así que sin dudarlo se fue por ellos mientras nosotros nos preparabamos para despegar, pero en esa grosera pausa provocada por los malos hábitos alimenticios de mi carnal, nos cayeron un par de mugrosos pillos que a punta de pistola y con un lenguaje digno de Niurka Marcos, nos bajaron toda la pachocha de ese día, con decirles que cuando mi hermano regresó lo que más valor había en ese momento eran sus chingados cueritos...
Bueno, pasado el susto, pasado el tiempo, pos pasaron más cosas; así que una mañana desperté con la firme idea de salir adelante, de ser alguien en la vida, de no depender de mi mamá para tener que comprar mi periódico, además, cabe mencionar que estaba más roto que una piñata en posada, así que era momento de tomar al toro por los cuernos y aceptar esa interesante propuesta de trabajo que tenía sobre la mesa: ser chalán
Sí, un pinche chalán de un compa que manejaba un camión que transportaba desde tabique, varilla, cal, mi dignidad, arena hasta su chingada madre; el trabajo no era mi ideal de vida, pero no gastar en pasajes, 100 pesos al día, comida gratis y todas las propinas parecían argumentos irresistibles para alguien como yo, que sólo tenía dinero cuando mi mamá me mandaba por las tortillas, y de forma "audáz" me quedaba con el cambio.
Así que a la mañana siguiente estaba más puesto que un calcetín para formar parte de la población económicamente activa del país, el ambiente era totalmente familiar, el buen Julio mi patrón, amigo y maestro del arte de los cargadores me cobijó como un padre cobija a un hijo, incluso me dejaba cambiarle al radio pa poner la estación que yo quería escuchar mientras viajábamos en un camión de la época de la revolución, parecía un sueño, ese trabajo me empezaba a gustar, hasta que a las dos horas de ser chalán tuve que enfrentarme a otro chalán, un chalán gandalla, así es público querido, en esta vida hay competencia hasta la sopa, y pos éste chalán gandalla quería hacerme pagar derecho de piso, un piso del que el muy ignorante se sentía amo y señor, y que a mi llegada vio como su reinado corría peligro, así que la prueba de fuego era llenar nuestro respectivo camión con arena a pura pala, el chalán gandalla parecía todo un atleta, echaba la arena con técnica depurada, armonizando casi de manera perfecta sus movimientos: recojo arena - levanto - aviento, recojo arena - levanto - aviento, y así unas cuatro mil veces, yo traté de igualarlo, pero a las tres echadas de arena con la pala mis piernas me traicionaron, empezaron a temblar como jirafa recién nacida, sudaba más que un puerco en rastro, pa pronto, cuando el chalán gandalla llevaba casi una tonelada de arena en su camión yo a duras penas tenía como 14 gramos, eso sí, bien esparciditos en la plancha del camión para que se vea mucho, el chalán gandalla al ver que yo no era rival para su chamba dibujo una sonrisa de satisfacción que se traducía a un triunfo rotundo, y en un acto lleno de soberbia el muy cabrón hasta se dio el lujo de llenar mi camión, mientras yo poquito a poquito recuperaba el aliento y agarraba color sentando en la banqueta; el único consuelo que me quedó era saber que al menos yo sí sabía leer y comer con cubiertos en la mesa, en fin...
Pa no hacerles el cuento tan largo mi oficio como chalán duró menos de 5 horas, mi salud mermaba de forma grosera, así que a pesar del jocoso Julio y sus buenos chistes me decidí, con la poquita fuerza que me quedaba, a ir directo a la oficina de la dueña de la casa de construcción y poner sobre la mesa mi renuncia con carácter de irrevocable, la dueña ni me peló, estaba más preocupada por mis mejillones rojos, rojos, rojos, mis labios secos y mi mirada perdida, optó mejor por mandarme a casa con el dinero suficiente como para ser atendido por el siempre profesional Dr. Simi; así que emprendí la retirada...
Atrás se quedó el polvo, los tabiques, las propinas y las burlas de mis primos, que al igual que yo, eran un par de tipos con aspiraciones muy altas en la vida y también trabajaban en el mismo lugar, uno barriendo la entrada de la oficina para evitar que entrara el polvo (labor que hasta un simio manco podría hacer) y el otro no se de qué, pero lo que sí recuerdo era su burla de verme convertido en el "mil usos", pinche México, país de ¿oportunidades?... Si uno no se las busca solito me quedo de chalán tooooooda la vida.
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